Porqué implicarles en la tarea
Desde que son pequeños es importante que los niños vayan asumiendo responsabilidades y que vayan haciendo cosas solos, aunque tarden o no lo hagan del todo bien. Con esto, lo que estamos favoreciendo es su autonomía personal y también su autoestima, ya que están estableciéndose metas que son capaces de alcanzar por ellos mismos.
Cuando implicamos a los niños en las tareas del hogar, estamos enseñándoles que formar parte de la familia y como parte de ella debe asumir unas responsabilidades. De esta manera también les estamos educando y enseñando una serie de normas no escritas presentes en la sociedad en la que conviven.
Cómo lo hacemos
Lo mejor es empezar por tareas sencillas y utilizar el hecho de que los niños quieren colaborar. Podemos aprovechar que en muchas ocasiones los niños tienen una predisposición inicial a realizar las cosas por ellos mismos o ayudar a los mayores.
Aproximadamente, a partir de los dos años y medio, el niño comprende órdenes sencillas y es capaz de llevarlas a cabo. Por ello, ya desde esta edad podemos empezar a mandarles pequeñas tareas como podrían ser: llevar su pañal a la papelera, llevar el babero a la mesa, recoger sus juguetes o llevar el plato vacío al fregadero después de comer. Así, poco a poco según van teniendo más edad se irá aumentando la complejidad de la tarea, como por ejemplo hacer su cama o ir a comprar el pan.
Algunas pautas que podemos seguir para conseguir que los niños colaboren, pueden ser:
Elaborar una tabla de responsabilidades y tareas de cada miembro de la familia para recordarlas. Para los más pequeños podemos emplear dibujos para facilitar la comprensión de la tabla.
Comenzar por tareas relacionadas con sus pertenencias (juguetes, libros, babero,…).
Lo primero es enseñarles y acompañarles en cada una de las tareas hasta que las comprendan. No hay que olvidar ofrecer al niño refuerzos positivos, felicitarlo por el trabajo bien hecho y valorar su ayuda para que se sienta bien y participe.
Los padres no deben realizar las tareas que han asignado a los niños en casa, sino acompañarlos a la hora de realizarlas. Los adultos han de ser pacientes y constantes y, sobre todo, han de predicar con el ejemplo respetando sus propias tareas en el hogar.
Qué hacer si se resiste
¿Pero qué hacer cuando nuestro hijo no quiere colaborar? Sobre todo, no os desesperéis, no hagáis una tragedia de esto. Hay que tener.
Algunas ideas pueden ser:
Se pueden utilizar razonamientos sencillos para que comprenda el por qué hay que realizar las cosas (“si los juguetes están por el suelo nos podemos tropezar o se pueden romper si los pisamos”, “si terminamos las tareas ahora, tendremos tiempo libre para jugar”, etc.).
También sirve de ayuda ofrecerle alternativas “hay que poner la mesa, ¿qué ponemos primero los platos o los vasos?”)
El hecho de establecer un objetivo común hace más agradable el trabajo (recogemos la ropa entre los dos: tú las camisetas y yo los pantalones)
Utilizar juegos como: terminar antes de que acabe la canción, carrera para ver quién acaba antes, fijar un tiempo para hacer algo con un cronómetro.
Como en todo lo que a la educación de nuestros hijos se refiere, tenemos que armarnos de paciencia, ya que al principio no lo harán del todo bien o habrá que supervisarlos.
No debemos regañarles por hacer las cosas mal, sino explicarles en qué consiste el trabajo, enseñarles a hacerlo la primera vez y ayudarles o supervisarles las siguientes. No olvidéis que están aprendiendo, por lo que se equivocarán pero cada paso que vayan dando no hay que olvidar reforzarles y elogiarles para que lo vuelvan a repetir.
Miriam Lara y Elvira López-Mántaras
Psicólogas infantiles
Centro Ohana